¡Hola queridos lectores!
No, no estoy muerta. Mi ausencia durante
este largo tiempo se debe a estar de trabajo en trabajo intentando ganarme las habichuelas.
Y por fin puedo decir que: ¡me he independizado! Que ya era hora… Y estoy muy
contenta y orgullosa por ello. Y aunque el estar ocupada haya sido la razón de
mi dejadez con el blog, también es por lo que escribo hoy.
Ayer en el trabajo, el típico
cliente toca cojones me hizo un comentario que si por mí hubiera sido le habría
estrangulado. Llegó en un momento en el que había poco personal y estaba yo
sola atendiendo a la gente. Ya era tarde y a esas horas vienen muchas personas
en estado más que lamentable, yo no daba a basto y se me olvidó darle los vasos
a un chico. Primero se enfadó porque no le cambié un producto de una oferta, ya
que las ofertas son de determinada manera y no se pueden cambiar, y ya con el
rebote, cuando me pidió los vasos (que repito se me habían olvidado, pero nadie
es perfecto) le pedí el ticket de compra para comprobar que no me estuviera
engañando y darle o no los vasos para la bebida (algunas promociones van sin
bebida) y aquí fue cuando me dijo, “¡que pocas ganas de trabajar tienes!”. ¿Perdón?
¿Tú te crees que si tuviera pocas ganas de trabajar estaría atendiéndote a ti,
pedazo de gilipollas? Eso no se lo dije claro, porque trabajando de cara al
público pase lo que pase, tienes que tener una sonrisa de oreja a oreja. Eso
sí, por dentro me hervía la sangre y por mi cabeza pasaba de todo menos cosas
buenas, mientras mi Pepito Grillo particular me ordenaba mantener la calma.
Y claro, para trabajar de cara al
público además de una gran sonrisa, tienes que tener paciencia, muchísima
paciencia. Voy a poner algunos ejemplos de las infinitas situaciones en las que
tienes que aguantar como una campeona el chaparrón, porque ya sabéis lo que
dicen, el cliente siempre tiene la razón.
Algo muy común que te puede
ocurrir de cara al público es tener mucho trabajo y mucha prisa porque se te
acumula todo y que te llegue la típica persona que se piensa que eres su
psicólogo y te cuenta su vida. No le puedes cortar descaradamente porque ante
todo hay que ser amable, por lo que las personas que trabajamos de cara al
público poco a poco vamos adquiriendo la gran habilidad de cortar el rollo a
las personas de manera sutil y delicada, de no ser así y si fuera por el
cliente, pasarías toda la mañana, tarde o noche escuchando sus historietas que
no te importan una mierda.
Otra de las cosas que tenemos que
aguantar l@s trabajador@s, son unas broncas y quejas descomunales de personas
muy mal educadas, que pretenden que les resuelvas la vida cuando eres la última
mierda en la empresa. ¿De verdad no se dan cuenta que l@s emplead@s no somos
los responsables de solucionar el mundo? ¿En serio no saben que en las
empresas, hay jerarquías? ¿Y de verdad creen que si pudiéramos hacer algo, hablándonos
de malas maneras lo haríamos, no es mejor decirlo con buen trato para que la
persona que tiene el poder de solucionar tu queja tenga ganas de hacerlo? En
fin… de mal educados está lleno el mundo y por eso es muy habitual encontrarte
con clientes que en vez de verte como otra persona que está trabajando, se
piensa que somos sirvientes que vivimos por cumplir sus deseos. O esos clientes
impacientes que ven que no puedes con tu vida, que está todo a rebosar y
quieren que les atiendas en un segundo. A éstos últimos les podría donar un
poquito de mi paciencia para que vieran la vida con más tranquilidad.
Por último, una de las cosas que
más me molesta que me digan es: “Ay niña, pero que joven eres para trabajar
aquí ¿no? ¿No has pensado en estudiar algo y trabajar en lo que te gusta?” No
señora, nooooo. Lo que pasa es que ya estudié pero el país está hecho una
mierda y eso que me decían de estudia para tener un futuro mejor resulta que me
lo podía haber ahorrado. Y además, ¿por qué desprestigian ciertos trabajos?
Alguien tendrá que estar ahí para atender a la gente y que lo puedan pasar
bien. Que no trabajo de lo que me gustaría, pues no, pero hay que comer, y me
siento orgullosa de que no se me caigan los anillos y sacar mi vida adelante.
Pero no todo en la atención al
público es desagradable. También hay clientes muy amables y alegres. Lo que más
me gusta de trabajar de cara al público es cuando un cliente satisfecho me felicita y me da las
gracias por mi trabajo, y de verdad que invito a todas las personas a que hagan
esto con más frecuencia, pues l@s trabajador@s no somos muebles y nos sentimos
muy bien cuando nos felicitan por nuestro trabajo. Y bueno, pese a ese tipo de
clientes que he mencionado antes, he de decir que me gusta trabajar al público
porque soy una persona muy sociable y siempre hay alguien que te alegra el día.
Y esto es todo por hoy, prometo que intentaré escribir con más frecuencia y ¡mucho ánimo a mis compis de profesión!
Instagram: @reflexionesdeunailusa13
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